expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

martes, 7 de agosto de 2012

More than words.


El viento removía mi pelo. Todas las ventanas del coche estaban bajadas. Yo iba en el asiento del copiloto, con los pies encima del salpicadero, unas gafas Ray Ban de color amarillo chillón y cantando lo más fuerte que podía. Tú ibas conduciendo el coche, no cantabas, pero te reías de como desafinaba. Siempre era así.

La canción se acabó, abrí la guantera y busqué algún CD que poner. Cogí nuestro favorito, ese que está lleno de canciones que hemos bailado juntos mientras preparábamos un pastel, o que hemos disfrutado con nuestros amigos en los viajes en caravana.

Pero la primera canción era la más especial. Nuestra canción.

More tan words.

Me miraste durante un segundo. Sonreíste. Sonreí. Empecé a cantar. Puse el volumen lo más alto que pude. Y entonces empezaste a cantar conmigo. Aumentaste la velocidad.

Tu pelo se alborotaba con el viento, los cascabeles colgados resonaban. Yo empecé a dar golpecitos al ritmo de la canción. Tu los dabas en el volante sin perder la sonrisa ni la voz, pero atento a la carretera. Saqué la mano por la ventanilla y pude acariciar las hojas verdes de los arboles. Un montón de pájaros echaron a volar de ellos.

Y así nos fuimos tú y yo, con la puesta de sol hacia quien sabe donde, cantando juntos nuestra canción.
Saying I love you
Is not the words I want to hear from you
It's not that I want you
Not to say, but if you only knew
How easy it would be to show me how you feel
More than words is all you have to do to make it real
Then you wouldn't have to say that you love me
'Cause I'd already know

viernes, 3 de agosto de 2012

Despertar.


Desperté en medio del bosque. Había  anochecido y ni la tenue luz de la luna que se filtraba a través de los pequeños huecos de las hojas permitía verme a si misma. No tenía miedo. El bosque siempre había sido mi hogar. A pesar de no saber ni donde estaba, ni de cuanto tiempo había permanecido así, tirada en medio de aquel pequeño claro llena de barro mezclado con sangre, pegado por la piel. Una suave brisa me recordó que tenía que hacer algo. Cerré los ojos y como siempre, gracias a mi instinto pude oír el murmullo de un arrollo cerca. Torpemente conseguí llegar hasta él. Los árboles en esa zona dejaban un gran claro por donde la luz dejaba entrever mucho mejor. Me raspé los brazos con intención de limpiar aquella suciedad que me estaba empezando a dar arcadas. Entonces reparé en que tenia una herida en la sien. Se trataba de un zarpazo.

Entonces recordé porque estaba allí. Aquellas bestias salvajes me había atacado. Aquellas bestias creadas para matarme expresamente a mí.

Pero cuando estaba huyendo algo me golpeó. Pude notar mi cuerpo chocando contra alguien, y después caí al suelo dándome un irremediable  golpe en la cabeza, que me hizo desmayar.

Pero ¿Quién o qué me había salvado?

No recordaba más por mucho que quisiera. Solo el vago recuerdo de un olor bastante familiar a naturaleza. Como el de él.

Pero él no iba a volver.