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jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Infinito?


Estaba anocheciendo, pero me limite a seguir andando por aquel sendero que tantas veces recorrí. Podía sentir el frio suelo rozando mis pies descalzos, las hojas secas y el barro que indicaba mi proximidad al pequeño riachuelo. A medida que avanzaba los arboles tenían cada vez mas ramas retorcidas, gigantes y puntiagudas, daba la impresión de que gritaban de agonía. Los búhos ululaban en las ramas mas altas, el viento soplaba levemente, pero lo bastante como para arrastrar las pocas hojas que colgaban.

Llevaba bastantes minutos andando hasta que llegué por fin al pequeño riachuelo. En aquella zona los árboles eran menos, asique me tumbe en una roca grande cerca de la cascada y me tumbé a contemplar las estrellas.

 Tan pequeñas, tan distantes. Pequeñas motas doradas, destellos que tintinean a un ritmo desigual. Entonces recordé aquel día. El día en que todo acabó.

-Una, dos, tres, cuatro, cinco…

-¿Qué haces?

-Contar estrellas.

-Son millones, nunca conseguirás acabar.

-¿Alguna vez has pensado de verdad lo que significa el infinito?

-Bueno, infinito es algo que no tiene fin ¿No?

-Sí. Las estrellas son infinitas, el espacio es infinito, los números son infinitos.

-Hay personas que dicen que su amor es infinito. Eso es imposible.

-¿Eso es lo que crees? Yo creo que sí puede ser infinito. Amar a alguien en cada vida, seria divertido.

-¿Divertido? Yo no creo en esas cosas.

-Siempre hay algo en lo que creer. Dios, la magia, los ángeles, el amor o el infinito. Son cosas que están para creer en ellas.

-¿Por qué?

-Porque siempre te aferras a algo, algo que no tiene explicación para los demás, porque, sin saber por qué, crees en ello. El impulso de darle una explicación. Siempre tenemos preguntas, pero la mayoría sin respuesta.

-¿Y tú en que crees?

-Creo que deberíamos regresar a casa, esta anocheciendo y es peligroso andar por aquí.

-No quiero volver, me gustar estar aquí, contigo.

-En casa estarás mejor.

-Prométeme que vendrás conmigo mañana.

-Te lo prometo.

Y sin saber por qué aproxime mis labios a los suyos. Fue un beso rápido, pero cálido en aquel bosque frío. Sus labios tenían aún el azúcar de las galletas. Cuando me aparté aquellos ojos verde esmeralda me miraban fijamente. No parecía enfadado, parecía abatido, cansado, triste. Casi a punto de llorar. Noté cierto destello en sus ojos, y creí que la misma galaxia se encontraba sumida en aquella mirada.

No hablamos de regreso a casa. Ni fuimos al bosque otra vez. No volvió a hablarme más.

Empecé a llorar. No por pena, me sentía humillada. No le gustaba, pero ¿era razón para que me dejara así?

Entonces algo se oyó entre los arbustos. ¿Que podía hacer?

Me bajé despacio de la roca, haciendo el menor ruido posible. Me quedé parada, atenta, escuchando lo que aquello podía ser. Alguien salió de entre los árboles. Había anochecido y no podía ver su rostro, pero a medida que se acercaba pude reconocer unos ojos verdes. Pero no eran unos ojos verdes cualquiera, eran verde esmeralda. Esos ojos que tintineaban como las estrellas. Esos ojos que me habían enamorado.

-¿Qué haces aquí?

-Eso debería decirte yo, ¿sabes que hora es?

-No, tampoco tengo intención de regresar.

-Perdóname.

Aquellas palabras se quedaron flotando en el aire. ¿Qué le perdone? Si, había dicho que le perdonase.

-Luci…

-Solo dime ¿por qué desapareciste? ¿Por qué me dejaste sola todos estos años? No lo entiendo Cam.

-Por qué te quería, pero no era el momento de…de estar juntos.

-No te inventes cosas, solo tenias que decirme que no te gustaba como algo más que tu amiga.

-Te quiero como algo más que una amiga desde que te conocí.

-No te creo.

Y sin pensárselo dos veces, Cam me agarró del brazo, atrayéndome hacia él. Puso su mano en mi cuello y me besó. No como aquel beso inocente de aquella vez. Fue un beso más cálido que aquel. Como si deseara hacerlo hace mucho tiempo. Sus labios eran igual de dulces. Me dejé llevar. Él me agarro más fuerte por al cintura, besándome más apasionadamente que antes.

domingo, 23 de diciembre de 2012

R.I.P


El cielo estaba despejado. No había nubes. Solamente una motita blanca en medio de un inmenso azul claro. Los rayos del sol me obligaban a poner la mano a modo de visera.

Ese día me había puesto un vestido color rosa palo en honor a la abuela, con los bordes en violeta, un lazo en la cintura y sin zapatos, como siempre.

No me recogí el pelo, prefería que el viento lo alborotara y jugara con él. Aquella sensación me encantaba.

Seguidamente saqué la manta y la extendí en el suelo, cubriéndola con todo tipo de frutas,panes y mermeladas.

La colina al oeste del viejo bosque de Glasgow era mi lugar favorito, donde el único ruido era el de los pequeños pajaritos que surcaban la zona o el silbido lejano del viento en épocas de otoño.

Descubrí este lugar con mi mejor amiga Alice, un día decidimos hacer una excursión por el bosque, por aquel entonces eramos unas niñas y solamente queríamos jugar, pero pasamos un largo rato en la colina, nada más verla supimos que ese iba a ser nuestro lugar secreto.

Al día siguiente hicimos una merienda, la misma manta de corazones de colores y los mismos platos de plástico.

Alice y yo empezamos a jugar con la comida, yo manchaba su nariz con mermelada de fresa y ella a la mía con la mantequilla. Acabamos tan manchadas que tuvimos que buscar un lago donde poder lavarnos la cara.

A pocos metros de la colina encontramos una especie de lagito, mas parecido a un charco grande formado por la lluvia, lo cual era imposible ya que en Glasgow nunca llovia a no ser que fuera una tormenta de verano, y estabamos en primavera.

Entonces la empujé a modo de broma.

Alice perdió el equilibrio y calló al agua.

Yo me reia estrepitosamente hasta que me di cuenta de que Alice no salía del agua.

Comencé a llamarla, preocupada, deseando que fuera una broma para devolverme el empujón.

Pero no fue así.

Alice se habia golpeado la cabeza con una roca y había muerto en el acto.

Mi mejor amiga murió por mi culpa.

-¿Alice te gusta la merienda que e preparado?

El viento removió una vez mas mi melena rubia, como si Alice estuviera ahí,conmigo.

-Lo siento.

Y sé que mis disculpas se las llevó el viento, deseando que ella, estuviera donde estuviera me escuchase.


lunes, 17 de diciembre de 2012

.


El corazón me latía con fuerza. Mi mente no podía creer lo que estaba viendo. Ahí estaba él. Pero no era solo él. Una tenue luz cálida recorría su silueta, como si estuviera hecho de oro.

Me miró fijamente, quizá esperando a  que yo le dijera algo. Me quedé totalmente paralizada.

De sus omoplatos empezaron a formarse unos pequeños bultos, como si algo ahí dentro necesitara salir a la superficie y respirar aire puro. La carne empezó a desgarrarse en cuestión de segundos, a él no parecía dolerle.

Y de pronto unas plumas salieron de su espalda. Unas alas gigantes, el triple de altas que él, blancas como la nieve y con pequeños destellos dorados.

-¿Qué demon…?- Se me quebró la voz antes de poder terminar la frase.

No podía creer que el chico al que ababa era un ángel.

Se acercó lentamente, con paso firme pero con delicadeza, procurando no asustarme.

No apartó los ojos ni un segundo de mí.

-Lo siento, Adeline.

Lo sentía de verdad, pude ver la culpa reflejada en sus ojos color esmeralda.

-No tienes que sentir nada, solamente abrázame.

Se abalanzó hacia mí. Hacía meses que no sentía el contacto de su piel, y aquel abrazo hizo que todos mis sentidos se despertaran de una bofetada.

Me envolvió entre sus hermosas alas, tapando la luz del sol y sustituyéndola por la suya propia, aquel brillo que emanaba de su propia piel.

-¿Puedo…?

Él asintió con una sonrisa en los labios.

Alargué el brazo y rocé aquellas plumas.

Eran como nubes de algodón de azúcar, suaves y delicadas.

Miré su rostro detenidamente y sin darme cuenta empecé a sonreír por lo que acababa de descubrir.

Era demasiado hermoso para ser real. Pero ahí estaba, protegiéndome y cuidándome desde hacía mucho más tiempo del que yo hubiera podido imaginar.

-Gracias Alan.

Una lágrima resbaló por mi mejilla, pero no de dolor, sino de alegría.

-Te quiero, siempre te quise, desde el día en que viniste al mundo.

-Te quiero, mi ángel de la guarda.

 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Pesadillas.


El agua está fría, roza mi piel como cuchillas afiladas. Mis músculos están en una horrible tensión, como si se fueran a desgarra en milésimas de segundos. Noto que la masa de agua cada vez es más densa. Abro los ojos y no puedo ver nada. Una extraña sustancia fangosa ha sustituido el agua clara del lago. Ya no noto ese frio, sino corrientes de agua caliente. Cada vez pesa más y hay algo, fuera y dentro de mí, que me empuja hacia abajo. Intento subir a la superficie, pataleando,pero no consigo más que hacer que la masa sea mas espesa aún. Noto las burbujas que salen de mi nariz. Me estoy quedando sin aire. En cuestión de segundos el agua entra por mi boca y mi nariz, inundando mis pulmones de aquella asquerosa sustancia mezclada con barro y restos de algo que no quiero ni imaginar. Una fuerte presión en el pecho me incita a gritar. Pero no puedo. La presión se convierte en dolor, un dolor tan fuerte que me hace retorcerme espasmódicamente. Vuelvo a abrir los ojos, aquella cosa a cobrado vida propia, ahora es una monstruo asqueroso de lodo negro y repugnante. Ya no estoy en el lago, si no en una habitación minúscula atrapada por aquel ente siniestro y con hedor a podredumbre que me da arcadas. A pesar de que estoy atrapada en aquella cosa y no puedo ni respirar tan siquiera, giro la cabeza lentamente, esperando lo peor. El monstruo tenia ojos. Pero no unos ojos cualquiera: De un rojo escarlata, semejante a la sangre, una pupilas negras como la noche dilatadas y que se movían en círculos, como si me estuviera arrebatando el alma solo con mirarme. De repente el suelo de la minúscula habitación, que cada vez me parecía mas pequeña se abrió. Caí al vació, caí en una dimensión donde no había color, no había sonidos.
Silencio. Ni un grito, ni un latido, ni un pájaro.
Comencé a desesperarme, llegué a un punto en que debido a la ausencia de sonido, rellenaba el espacio vació con voces imaginarias de mi cabeza.
Era aterrador.


 

lunes, 15 de octubre de 2012

Confesiones 1#


Ha veces el mundo pierde su color.

Te despiertas aturdida en medio del césped. Lo que antes era tu hogar se convierte en un lugar desconocido para ti.

Recorres un viejo camino empedrado donde los yerbajos se enganchan a tus raídas medias grises. Una suave brisa fría te eriza los pelos de la nuca, pero tú sigues adelante.

Tras andar un largo trecho, donde el único paisaje que puede llegar a ver es una desolada explanada, llegas hasta lo que antes era tu casa.

Paredes que te han visto crecer. Es como si el tiempo lo hubiera envejecido todo.

Abres la puerta, tras quitar varias enredaderas que impedían el paso. No hay muebles.

La pintura de las paredes está descascarillada, amarillenta, llena de manchas debido a la humedad.

Lo que antes era el salón no es más que un cubículo si alma, sin vida.

Ni rastro de que algún ser vivo.

Subes las escaleras, algunas rotas, otras medio caídas.

Llegas a tu habitación. Primero te fijas en aquella torre eiffel que te regalaron por navidad. Está partida, dispersa por la alfombra. El armario, vacío; tu diario tirado sin ningún cuidado, con las páginas amarillentas, arrugadas, rotas; la cama, desnuda.

Entonces te fijas en una pluma mecida por el viento. Y tus ojos van a parar al espejo.

Un espejo roto.

Un espejo que te refleja a la perfección

Brazos huesudos.

Piel pálida.

Labios desquebrajados

Cortes.

Pelo canoso.

Ojeras.

Parece que e llorado. He llorado durante mucho tiempo.

Tanto que ni siquiera me di cuenta de que el mundo había perdido su color.
 

martes, 9 de octubre de 2012

Miedos.


Apoyada contra la pared de la habitación con aire despreocupado. Sé que ha veces parezco distante, y puede que sea así, me pierdo entre mis propias agonías.

Tu hacia rato que descansabas en la cama, apoyado en la almohada pero sin estar tumbado, escuchando una canción de Christina Rosenvinge.

Mis dedos tamborileaban en la pared al ritmo de la música de fondo.

Me pregunto cual sería la banda sonora de mi vida.

La luz estaba apagada, pero un suave rayo se colaba por la ventana, a través de las cortinas, manchando tu cara de pequeñas motitas brillantes.

Recorrí tu figura con la mirada, lentamente, permitiéndome reposar los ojos en los lugares que más me gustaban, como tu cuello.

Creo que levantaste ligeramente la vista, supongo que llevaba demasiado tiempo así, embobada.

-¿Qué es lo que te pasa?

No contesté.

-¿Vas a hablarme de una maldita vez?

Seguí callada, apoyada contra la pared con los ojos clavados en los suyos.

En aquellos segundos dejé de respirar e incluso de pensar. Vagaba perdida por mi subconsciente.

Te llevaste las manos a la cabeza, con un gesto de desesperación.

-Lo siento.

-¿Por qué?

No entendías nada, absolutamente nada.

-Tengo miedo.

-¿Miedo? ¿Miedo de qué?

-De que un día ocurra algo en nuestras vidas, algo que nos aleje, que haga que nuestros caminos se separen, que tu conozcas a otra, que dejemos de querernos y simplemente que todo esto se acabe.

Te callaste.

-Para eso estamos juntos ¿no?

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que, si nos queremos, si queremos estar siempre el uno con el otro, ¿no tenemos que luchar, luchar por un futuro juntos?

Y sabía que tenía razón.

Me sentía estúpida por haber dejado de luchar tan solo por un instante.

-Merece la pena.

-¿Entonces, que estás haciendo?

Caminé hacia él, y cuando su cara estaba pegada a la mía susurré:

-Recordar lo mucho que me gusta besarte.
 
 

martes, 7 de agosto de 2012

More than words.


El viento removía mi pelo. Todas las ventanas del coche estaban bajadas. Yo iba en el asiento del copiloto, con los pies encima del salpicadero, unas gafas Ray Ban de color amarillo chillón y cantando lo más fuerte que podía. Tú ibas conduciendo el coche, no cantabas, pero te reías de como desafinaba. Siempre era así.

La canción se acabó, abrí la guantera y busqué algún CD que poner. Cogí nuestro favorito, ese que está lleno de canciones que hemos bailado juntos mientras preparábamos un pastel, o que hemos disfrutado con nuestros amigos en los viajes en caravana.

Pero la primera canción era la más especial. Nuestra canción.

More tan words.

Me miraste durante un segundo. Sonreíste. Sonreí. Empecé a cantar. Puse el volumen lo más alto que pude. Y entonces empezaste a cantar conmigo. Aumentaste la velocidad.

Tu pelo se alborotaba con el viento, los cascabeles colgados resonaban. Yo empecé a dar golpecitos al ritmo de la canción. Tu los dabas en el volante sin perder la sonrisa ni la voz, pero atento a la carretera. Saqué la mano por la ventanilla y pude acariciar las hojas verdes de los arboles. Un montón de pájaros echaron a volar de ellos.

Y así nos fuimos tú y yo, con la puesta de sol hacia quien sabe donde, cantando juntos nuestra canción.
Saying I love you
Is not the words I want to hear from you
It's not that I want you
Not to say, but if you only knew
How easy it would be to show me how you feel
More than words is all you have to do to make it real
Then you wouldn't have to say that you love me
'Cause I'd already know

viernes, 3 de agosto de 2012

Despertar.


Desperté en medio del bosque. Había  anochecido y ni la tenue luz de la luna que se filtraba a través de los pequeños huecos de las hojas permitía verme a si misma. No tenía miedo. El bosque siempre había sido mi hogar. A pesar de no saber ni donde estaba, ni de cuanto tiempo había permanecido así, tirada en medio de aquel pequeño claro llena de barro mezclado con sangre, pegado por la piel. Una suave brisa me recordó que tenía que hacer algo. Cerré los ojos y como siempre, gracias a mi instinto pude oír el murmullo de un arrollo cerca. Torpemente conseguí llegar hasta él. Los árboles en esa zona dejaban un gran claro por donde la luz dejaba entrever mucho mejor. Me raspé los brazos con intención de limpiar aquella suciedad que me estaba empezando a dar arcadas. Entonces reparé en que tenia una herida en la sien. Se trataba de un zarpazo.

Entonces recordé porque estaba allí. Aquellas bestias salvajes me había atacado. Aquellas bestias creadas para matarme expresamente a mí.

Pero cuando estaba huyendo algo me golpeó. Pude notar mi cuerpo chocando contra alguien, y después caí al suelo dándome un irremediable  golpe en la cabeza, que me hizo desmayar.

Pero ¿Quién o qué me había salvado?

No recordaba más por mucho que quisiera. Solo el vago recuerdo de un olor bastante familiar a naturaleza. Como el de él.

Pero él no iba a volver.

sábado, 28 de julio de 2012

Objetivo: Escapar.


Escuché un disparo. Luego otro. Y tres más seguidos.

Venían a por mí. Eche a correr por la colina lo más rápido que pude. Mis pies se movían ágiles entre la hierba, mi respiración aun era coordinada, pero sabía que no tardaría mucho en cansarme, nunca se me ha dado bien correr. Los disparos habían cesado. Yo me paré de un golpe seco. Ni siquiera los búhos ululaban. El pánico se empezó a apoderar de mí a cada segundo de silencio. Cerré los ojos y volví a correr. Esta vez sin cuidado, las ramas me arañaban la piel, haciendo mi camiseta girones  y rasgándome abeces de tal manera que escocía demasiado. Poco a poco las piedras se clavaban en la planta de mis pies. Empecé a sangrar. No sé por donde. Yo solo vi sangre. Tengo fobia a la sangre. Aparté la vista rápidamente y me concentre en mirar al frente, a un punto imaginario donde está el final. O eso quiero pensar.

Tengo miedo. Me dan miedo muchas cosas, la sangre, las arañas, los dragones y…él. Solo pensar en él me da escalofríos. Ni siquiera sé si es humano.

De pronto una rama en medio del camino me hizo caer. Estúpida rama. Caí rodando, me di varios golpes, asique cuando aterricé en el suelo tarde minutos en reaccionar. Todo me daba vueltas. Mi cabeza no distinguía donde estaba la derecha o la izquierda. Incluso llegué a dudar sobre que hacia ahí. Cuando empecé a ver mejor y a acordarme de todo no tarde ni un segundo en ponerme de pie y seguir corriendo. ¿Hacia donde? No lo sé. ¿Por qué? Tampoco lo sé. Solo sé que me quieren matar. Y yo no quiero morir. No puedo morir.

Noté un frío helador en mi nuca. Abrí los ojos como platos. No era una suave brisa. Eso era una respiración. Puse todas mis fuerzas en correr. En escapar de allí como fuera. Mi respiración era ya entrecortada, incluso jadeaba del esfuerzo. O quizás del pánico. Me armé de valor y miré hacia atrás. No debería haberlo echo. Me perseguían unos monstruos, horribles, mitad lobo, mitad algo… que ni siquiera sé.

No pude aguantar las ganas de gritar, pero eso solo hizo que las bestias se enfurecieran más. No podía apartar la mirada de aquellas criaturas. Hechas para matarme. A mí. ¿Por qué a mí?

Pero entonces choqué con algo. O mejor dicho con alguien. Perdí el conocimiento en la caída, y no me acuerdo de nada más.


miércoles, 18 de julio de 2012

Respirar adrenalina.


Las luces aún estaban apagadas. Un silencio escalofriante rondaba por el local, ni siquiera escuchaba a algún ser vivo respirar. Los nervios se apoderaban de mi cada segundo que pasaba, aunque para mi eran años.

De pronto un foco me cegó por completo, seguido de una voz que me resultaba algo familiar, anunciaba el inicio del concierto y con un grito desgarrador decía:

-¡Y con todos ustedes…Rose!

Esas palabras que jamás pensé que fueran a ser aclamadas, esos aplausos que siempre soñé, gente conmocionada, gente gritando, gente saltando de la emoción, como mi corazón. Todo aquello era para alguien, y ese alguien era yo.

La gente guardó silencio, esperando que su gran estrella les cantase aquella canción que tanto habían deseado escuchar en directo, pero yo solo me quedé helada, parada y asustada. ¿Qué es lo que me pasa? ¿Nervios? No, es miedo. Miedo de fracasar, miedo a que me rechacen como tanta gente hizo, miedo a decepcionar a todos y cada uno de los seres que estaban delante de mi.

Pero no, no debo echarme atrás, si he llegado hasta aquí será por algo, y si no fuera así…al menos debía intentarlo.

Me acerqué lentamente al micrófono e hice la señal, la música empezó a sonar, y justo entonces le vi, era él. Había venido después de todo lo que le había dicho.

Ahora o nunca.

Las dulces palabras brotaron de mi garganta. No temblaba, no desafinaba, lo único que hacia era dejarme llevar.

Me permití abrir los ojos durante un segundo. Pude ver a todo el mundo sonriendo, con los brazos en alto, cantando y gritando.

Como si acabara de tomarme doscientos Red Bull, cogí el micrófono con un movimiento brusco y perfecto, me acerqué hasta el límite del escenario y canté lo más alto que pude. La adrenalina se apoderaba de mi cuerpo a cada grito, una enorme felicidad inundaba mi mente. No podía pensar, solo sentir.

Y entonces se terminó. La música cesó y la gente con ella. Tras un fuerte aplauso cargado de gritos y silbidos me dependí de aquel día, de aquella gente, que seguramente no vería nunca más, aunque me encantaría ir uno por uno dándoles las gracias por hacerme sentir viva otra vez.

Antes de coger mi bolso me permití mirarme una última vez en el espejo gigante del camerino. ¿Esta era yo? A pesar de haber sudado y haberme dejado la piel en el escenario seguía estando igual de resplandeciente que antes de todo eso. Ni un pelo parecía fuera de lugar, mi melena desenfadada seguía igual, mis labios rojos mas rojos aún, y mi precioso corsé en su sitio.

Me sentía un poco ¨cenicienta¨, eso sí, una versión mas rockera de ella.

-El taxi está en la puerta Rose.

-Vale, ya voy.

Cogí mi bolsa, me al eché al hombro y antes de cerrar la puerta susurre:

-Gracias.

Mis palabras se perdieron en aquella habitación, y con ellas mi antigua yo.



El viaje se hizo largo, pero Ru me dejó reposar la cabeza en su hombro, por eso no pude evitar dormirme la mitad del camino. Cuando llegamos eran las 6 de la mañana, estaba cansada, pero no tenia ganas de dormir, aun tenía la experiencia corriendo por mis venas.

De pronto como un flashback me vino la cara de Luca. ¿Qué le habría parecido el concierto? Quizás se fue antes de que terminara, porque no le vi después. Me sentía culpable después de todas las cosas que le confesé. En cierto modo era verdad, pero no debería haberlas dicho así.

El teléfono sonó, y para mi sorpresa el que llamaba no era otro que Luca Sellan.

martes, 17 de julio de 2012

Summer dawn.


El rocío de la mañana llenaba mi pelo de pequeñas gotitas, que a simple vista parecía nieve. El sol salía por el horizonte, más resplandeciente que nunca. Los colores naranjas, amarillos y rojos teñían nuestras caras. Me permití cerrar los ojos un segundo; al abrirlos fue mágico. Pequeñas chispitas cayeron del cielo, haciendo que un borroso arcoíris acompañara aquel paisaje ya de por si bonito. ¿Esto era un regalo?

La magia envolvía el ambiente, no tardamos en sonreír todos, mirándonos, se podía ver la esperanza a través de nuestros ojos, algunos cansados, otros brillantes, otros tristes, otros humedecidos por el gran momento. Me sentía feliz allí, junto a aquellas personas a las que tanto quería. Todas diferentes, pero unidas mas fuertemente por eso. Como si fueran las piezas de un rompecabezas, todas distintas, pero de un modo encajan a la perfección.

Nos cogimos de la mano, no podíamos esperar más. Formamos una cadena sólida de corazones. Corazones rotos, marchitos, vivos, entregados, cansados, salvados.

Contamos en voz alta. Uno, dos y…tres.

Echamos a correr. Empezamos a gritar. Unos decían cosas sin sentido, otros con el. Algunos nos limitamos a chillar como críos pequeños. Y llegamos al borde. Saltamos.

Mis pies se elevaron del suelo, cogí todo el aire que pude. Y entonces caí.

El agua estaba fría. El primer contacto con mi piel hizo que todo mi cuerpo entumecido por al espera se despertara. Como un ¨ buenos días¨, ¨Estás aquí ¨. Salí del agua, en la caída mi mano se soltó de la de los demás. Miré a un lado y a otro. Allí estaban todos. Conmigo. Nos abrazamos en el agua, y empezamos a reír. A llorar.

Era feliz. Y con ellos nadie me podía hacer cambiar de opinión.

jueves, 5 de julio de 2012

Con decisión.


Pasos decididos. Mirada al frente. Sin miedo. Un, dos, tres pasos. Canturrea una canción al ritmo del taconeo. Pam, pam, pam, las agujas resuenan en el asfalto. Los pájaros se callan a su paso. La gente se aparta. La gente la mira. Su pelo se mueve por la brisa mañanera, delicado, fino, brillante. Sonríe. Sabe que nada puede con ella. La luz reflejada centellea en su bonito colgante de piedras preciosas. Su vestido color flúor alegra cualquier rincón de aquella acera. Su piel ligeramente bronceada resalta sus labios rosados. La sombra smoke aviva sus ojos. Su rostro muestra serenidad y madurez. Y entonces se para. Contempla a la gente. Contempla la vida. Y es que ya no la teme, porque sabe que puede enfrentarse a ella. Cambiarla.

Así que vuelve a andar, más decidida que antes, más feliz, más segura de si misma. La gente la admira más. La miran más.

Porque acaba de darse cuenta de una cosa tan simple como que ella es la única que puede decidir su destino.

lunes, 2 de julio de 2012

¿Nunca has sentido el impulso de querer comerte el mundo? De esos, en los que no te da miedo la vida. Que el vacío de ahí abajo es el menor de tus preocupaciones. Que da igual quien te acompañe. Solo necesitas pequeñas cosas a las que aferrarte, y da igual lo que sean, si existen para ti, existirán. Porque por esta vez no hay barreras, ni muros, ni obstáculos en el camino. Puedes ver el final con claridad, sabes todos y cada uno de los pasos que vas a dar, pero esta vez cada paso será con seguridad. No vas a mirar atrás, lo sé. Porque en este mismo momento solo importas tú. Es tu momento. Asique no lo piensas más, coges toda la carrerilla que puedes, pero antes de echar a correr te permites pensar. Pensar en todas aquellas cosas que hubieras hecho, en todas las personas que estuvieron ahí. Entonces corres, corres con toda tu energía, como si no hubiera nada más después. Esta vez no es ni la primera, ni tampoco la última, en la que vas a tener que darlo todo. Sonríe, porque saltar no es malo, porque si tu crees que puedes, podrás. Y entonces saltaste. Pero ahí no acaba todo, al otro lado puedes ver que todos te esperan con los brazos abiertos. ¿Que dicen? No lo sé. ¿Y ahora qué? Tampoco lo se.
Un montón de preguntas asalta tu cabeza, la euforia del momento, se desvanece sin más. Pero entonces lo comprendes todo. Siempre abra preguntas sin respuesta. Nunca sabrás lo que hay después, lo único que pasara, será lo que tu creas que pasará. Porque tú decides tu destino. Porque si eres feliz, es porque crees que lo eres. Porque si yo estoy aquí contándote esto, es porque una vez creí.
Por eso, salta las veces que quieras, lo que haya después depende solo de ti.

viernes, 15 de junio de 2012

Te echo de menos.


Sentada en el borde de mi cama. Estaba pensando en ti, como de costumbre. Sonaba aquella canción, esa que pongo siempre que te necesito más de lo habitual. Esa que me hace echarte más de menos aún. No sé porque estas conmigo, no lo entiendo, pero tampoco tengo intención de hacerlo. Solo sé que soy yo. Que en la que piensas todas las tardes es en mí. Que la que recibe esos ¨ Te amo¨ soy yo y no otra. Y eso me alivia. ¿Sabes? Siento una gran angustia, te hecho de menos ¿Y tú a mí? Ojala. Ojala te hubiera dado un beso más. ¿Uno? Miles, millones, billones. Nunca pensé que fuera tan genial sentir calor humano. Sentirte a ti. Tu mano con la mía. Sigo echándote de menos. Quiero que me abraces, no hace falta que me digas nada más. Eres diferente a los demás, eres especial. Supongo que ya lo sabes, pero yo siempre te lo voy a repetir. Soy afortunada, muy afortunada. Habeces creo que estoy fuera de la realidad, me olvido de todo, sonrío como una tonta ¿De verdad soy yo? Habeces escribo pensando en ti. Escribo porque no sé que hacer cuando tu no estas. Aún sigo echándote de menos. Quizás esto no dure siempre pero ¿Y qué? Me quieres. Te quiero. ¿Que más da lo demás? Soy joven. Yo no necesito nada más. Me da igual lo que digan. Nos queremos. A mi solo me vasta con eso. Es lo que me da fuerzas, ganas de vivir. Levantarme cada mañana con ganas de verte. Hacer las cosas por y para ti. Y por si se te había olvidado, sigo echándote de menos.

domingo, 27 de mayo de 2012

CAPÍTULO 4:



Era pronto, pero el timbre de la puerta sonó.

Suponía que era el cartero asique abrió en pijama, pero resultó ser Marco. Llevaba el pelo despeinado, pero con gracia, una chaqueta que le sentaba de maravilla y unos vaqueros de Levis.

-¿Qué haces aquí? Si lo hubiera sabido…

-He venido a buscarte, ¿quieres pasar el resto del día conmigo?

-Bueno, si no lo paso contigo lo aré sola. Pasa y enseguida me visto.

No sabe que ponerse, él no es que valla arreglado, pero es tan guapo que da igual lo que se ponga. Se decanta por un vestido marrón, unas medias a juego, unos zapatitos de tacón y su rebeca beige. Se hace unos tirabuzones rápidos, lo bastante como para arreglarse un poco el desastre de pelo que tiene.

-Ya.

-Estás guapísima.

-Gracias…tu también…- dice sonriendo.

-¿Vamos?

Salen de la casa, uno detrás del otro. ¿Dónde la llevará? No aguanta más así que se lo pregunta.

-¿A donde vamos?

-Es una sorpresa, seguro que te encanta.

-No sé si fiarme de ti…

-¿no soy de tu confianza?

-Pues claro que sí, pero estás loco.

-Gracias, tú también.

Entre risas y bromas llegan a la estación. ¿Tan lejos van?

-Un billete para... un momento.

Entonces tapa los oídos de la chica y sigue hablando. Este chico un día la va a matar, pero si es él la da igual.

-Vamos.

-Me tienes intrigada.

-Y más aún te tendré, antes tengo que pasar por esa tienda.

Al cabo de unos minutos sale de aquella tienda. Entran en el vagón y se sientan.

-Pues no sé a donde iremos, pero espero que merezca la pena.

-A mi solo me importas tú, no el lugar a donde vallamos- Dice algo enfadado.

No sabe que decir. Siempre la dice cosas así de bonitas y se queda sin habla. De pronto él se acerca hacia ella ¿qué va a hacer? ¿La va a besar otra vez?

Entonces aparta con cuidado el mechón de pelo que tiene rozando su cara,  la mira y los dos sienten una punzada en el corazón.

-Perdona…

-Da igual…

Vuelven a sus asientos  sin hablar en lo que queda de viaje. Tras un rato el tren se detiene.

-Es aquí.

Los dos bajan del vagón y salen de la estación. Parece una ciudad bastante grande.

Después de caminar durante unos 15 minutos se detienen en la entrada de un hotel.

-Prométeme que no abrirás los ojos a partir de ahora.

-Vale, pero con una condición.

-¿Cuál?

-Que cuando terminemos me responderás a una pregunta.

-Está bien.

Coge un pañuelo de la mochila y no la queda más remedio que dejarse llevar por el chico. Tras subir una infinidad de escaleras Marco la manda sentarse en algo que no sabe que es. Pasa un buen rato y se empieza a preocupar, no oye a nadie ¿la habrá dejado ahí sola? Es imposible que él la haga eso.

-¿Preparada?

Y con un gesto rápido retira el pañuelo.

No se lo puede creer, está plantada en una terraza enorme, más grande que su propia casa, y encima la vista es espectacular. Un montón de edificios, rascacielos y casitas se iluminan dándole un toque de color diferente a aquel atardecer tan maravilloso.

-Es…. Increíble.

-¿Merece al pena no?

-Si, muchísimo.

-Bueno, pero no solo te e traído para esto ¿bailas?

-Jajajaja- No puede evitar reírse- Claro que si.

Y como aquel día en que se conocieron, el la cogió de la cintura y la arrima, pero esta vez ella posa su cabeza en su pecho.

-Me prometiste contestarme a una pregunta.

-Esta bien ¿Cuál es?

-Yo… ¿te gusto?

-¿Tú? ¿A mi?

-Si, a ti.

- La verdad es que eres una niña para mi, cabezota y marimandona. Pero cada día que entras por al puerta me haces sentir cosas que no sabría explicar, cada vez que te miro a los ojos tengo ganas de besarte.

- Que yo sepa me estás mirando ahora y no me besas.

-¿Me estás retando?

-Puede.

Marco la aprieta contra el y la da un beso, largo y apasionado. Son unos instantes de liberación, los dos sueltan todo lo que llevaban aguantando durante la semana. El beso acaba pero no se dejan de mirar.

-Supongo que esto es que te gusto ¿no?- Dice alegre de la noticia.

-Pues claro que si.

Se dan otro beso, mas bien un roce momentáneo entre sus labios.

-Te quiero, y por eso te e comprado esto.

Saca un paquetito envuelto en papel rosado de su pantalón. Lo abre y se encuentra con un precioso collar de piedrecitas que muchas envidiarían.

-Joder, no hacia falta que me regalaras esto.

-Supongo que te gusta.

Pues claro- Se lanza y le da otro beso.

Y aquella tarde maravillosa fue el comienzo de algo más especial aun, aunque nada es para siempre o al menos eso dicen.

CAPÍTULO 3:


Por fin era viernes y eso solo significaba una cosa: fin de las clases. El anterior día Catlyn no había ido al café-bar de Marco porque tenía un importante examen de literatura. Tenia muchas ganas de verlo, asique sobre las seis se pasaría por allí.

-Caitlyn, me voy al trabajo.

-Vale, adiós mama.

De nuevo sola. No la importaba mucho porque ya se había acostumbrado a aquello, además así tenía mas libertad de hacer lo que quisiera.

Pasado un rato decide salir ya, no quiere perder más tiempo. Aquel chico la había dejado en vela desde aquel beso, sentía algo inexplicable, no sabia si es que estaba enamorada…..o era simple curiosidad. Esperaba la segunda opción, porque si no María tendría razón y no habría quien la aguantase.

-¡Hola Marco!

-Hola Caitlyn ¿qué tal?

-Bien, ayer no pude venir porque tenía mucho que estudiar.

-Bueno, por esta vez te perdono.

Es un chico encantador, la encanta venir a verle y tomarse un café mientras Roberto toca el piano, era como viajar a los años 20 o algo así. Pero estaba claro que lo que la encantaba era estar al lado de aquel chico, conocerle cada día un poco más.

-Un café con leche ¿verdad?

-Por supuesto- No puede evitar sonreír al mirarle.

-¿Hoy no viene Roberto?

-Está enfermo, pero si quieres toco yo.

-¿Tú? No tenía ni idea de que tocaras el piano- Aquel chico era sorprendente.

-Hay muchas cosas que no conoces de mí, como yo tampoco de ti.

-Pues cuéntamelas.

-Pues tengo 23 años y mi nombre es Marco D' Luca, mi madre es Italiana y mi padre español, pero el murió cuando yo era pequeño, además tengo una hermana. Toco el piano y el violín, tampoco se me da mal el dibujo a óleo y me encanta componer música. Trabajo aquí porque este bar era de mi padre, pero al fallecer lo heredó mi madre, y Albert es… un amigo de mi hermana.

-Valla, no tenía idea de que tu padre murió…lo siento- Quizás no tendría que haber preguntado nada.

-No pasa nada, hace años que lo superé. Bueno ¿tú no me vas a contar cosas sobre ti?

-Bueno pues, me llamo Caitlyn García, mi madre y mi padre son españoles pero vivieron gran parte en Londres, no tengo hermanos pero sí un gato siamés. Me gusta leer libros de todo tipo, escuchar música y bailo ballet desde pequeña. Ah y tengo 18 años y estoy en 2º de Bachillerato, quiero ser escritora o periodista.

-¿Bailas ballet? Cualquiera lo diría, porque bailar en pareja no se te da muy bien…- Dice riéndose.

-¡Idiota!- Intenta darle una colleja, pero este la esquiva sin dificultad.

Empieza a correr detrás de ella, pero Caitlyn es más rápida, intenta esquivarlo por las mesas, pero no surge efecto. Tras unos segundos, sin querer se tropieza y se cae, pero Marco audaz la coge antes de que se estampe contra el suelo. La coge por al cintura y aprieta dejándola sin respiración.

-¡Dejame!

-¿Te rindes?

-Sí, suéltame por favor- Dice agobiada.

-Esta bien…

Ella se gira y le mira  a los ojos, sin duda lo que siente por él es inexplicable. Le apetece besarlo y no soltarle nunca más, pero hace solo una semana que se conocen, aunque  al ir cada tarde y alguna vez por la mañana ha hecho que tengan una gran amistad. Quizás él no sienta lo mismo, y no quiere llevarse otro palo como la anterior vez.

Hace cinco meses, Caitlyn tenía un novio que la quería, todo parecía perfecto, llevaban seis meses saliendo. Pero en los últimos días le notaba raro, algo distante, ya no quedaban para salir por Madrid los dos como antes. Conoció a una chica de su mismo instituto, quedaba con ella en secreto y Caitlyn se sintió humillada. Estuvo meses deprimida, e incluso sus notas bajaron. Desde entonces se prometió no caer en las redes de ningún chico. Aunque siempre terminaba cayendo, como esta vez.

CAPÍTULO 2:



Seis de la mañana. Tiene que madrugar, sino no podrá ir al bar de Marco aunque sean solo cinco minutos. Aún esta metida en la cama, hace demasiado frio y no la apetece salir. Entonces piensa en aquel chico tan misterioso; siente un escalofrío y se levanta de golpe. Sale de la habitación y anda hasta la cocina, como siempre está sola. Pero su madre la ha dejado un perfecto desayuno en la mesa: tostadas con mermelada de fresa, un cola-cao y un zumo de naranja recién exprimido.

Después, cuando acaba todo, sube corriendo a  su habitación y se viste con lo que ya tenia preparado la noche anterior. Una blusa rosa palo, unos vaqueros, un par de botas marrones y su rebeca a juego. Baja las numerosas escaleras y llega a la entrada, coge el abrigo del perchero y con un adiós que se pierde entre el eco de la soledad se despide.

Mientras camina va escuchando su IPod y casi sin darse cuenta ya esta enfrente de la tiendecita. Se coloca la camisa y entra decidida.

-Buenos días - Dice toda sonriente.

-Pensaba que ya no venias – Su sonrisa no se puede comparar con al suya.

-Es que hacia frio, y no tenia muchas ganas de venir-¨ Pero claro pensé en ti y vine corriendo ¨ dice para sí misma.

-Bueno, ¿quieres algo de beber? Esto es un bar, por si no te acordabas.

-Es que…acabo de desayunar, pero ponme un café con leche – No se había dado  cuenta de ese pequeño detalle. No la apetece mucho tomar nada ahora, pero que se le va a hacer.

El café estaba delicioso, mientras le da el último sorbo mira a Marco. De pronto piensa en lo que pasó el día anterior y se sonroja. Otra vez va a quedar como una tonta. Hace que se le cae algo y se agacha, no quiere que la vea de esa manera.

-Mierda – Se maldice a si misma, ¿estará quedando peor así?

No tarda en descubrirlo, la cara de marco esta enfrente de la suya.

-¿Qué haces? – Dice riéndose.

-Nada…se me calló…..esto….es que….

- Estás roja ¿Te pasa algo? Si es por lo de ayer lo siento, no sé que me paso…no suelo ser así, créeme.

-No te preocupes ¿lo olvidamos?- ¿Qué? ¿Como va a olvidar aquel beso del chico más guapo del mundo? No deja de pensar en eso y no va a olvidarlo precisamente.

-Vale… - Dice algo decepcionado.

Entonces un chico de pelo algo cobrizo baja de unas escaleras que seguramente lleven al piso de arriba. También es muy guapo, y sus ojos color caramelo lo demuestran.

-¿Marco?

Los dos se levantan de golpe, no pueden evitar ponerse como un tomate, y Caitlyn más de lo que estaba.

-Hola Albert.

-Anda,  ¿No me presentas a tu nueva amiga?

- Me llamo Caitlyn, encantada- Se acerca y le da dos besos, lo suficiente para dejar que Albert perciba el olor de su perfume.

Albert es un galán, y desde luego no va a dejar que Marco se lleve esta encantadora señorita antes que él.

-Bueno me tengo que ir que llego tarde.

-Adiós Caitlyn, que tengas un buen día- Dice Marco.

-Adiós- Dice Albert, que seguidamente se agacha, toma su mano y la besa delicadamente.

No es que le caiga mal aquel chico, pero se huele por donde intenta ir. Mira la hora y hecha a correr, la caerá una buena bronca, pero merece la pena con tal de pasar a vele a él.



La mañana pasa lenta, pero el timbre anuncia el final que parecía tan lejano. Sale al pasillo y sin querer se tropieza, haciendo que su pila de apuntes se desperdigue por el suelo. Es una chica muy patosa y la suele pasar. Una chica se agacha y la ayuda, es María, su mejor amiga.

Ya la había contado lo de aquel bar la noche pasada por MSN  y la dijo que también la gustaría ir a aquel lugar. Alguna tarde irían juntas, un sábado seguramente, además María aria migas con Albert ya que  tienen el mismo instinto.

-¿Qué tal esta mañana? Seguro que tu romeo se ha alegrado de verte- Dice risueña.

-Bueno, me tomé un café y no hable mucho con el porque el otro empleado del bar, Albert, nos interrumpió.

-Que pena, sino….

-Sino nada María. Hemos acordado olvidarlo, no es que empezáramos con mal pie, pero no estuvo bien.

-Ya claro, seguramente te hallas pasado al noche entera pensando en él, te has enamorado perdidamente y lo sabes.

-Eso solo pasa en tus películas románticas, no todo es un cuento de hadas como tú crees. Casi no le conozco asique no.

-Cupido no entiende de eso mi Cait, ya verás como tengo razón.

Le da una palmadita en la espalda y se despide, el autobús a llegado y si espera un poco más lo perderá. Aquella chica siempre la había apoyado, y aunque discutan bastante, saben las dos que nada las va a separar.