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martes, 26 de febrero de 2013

Mi mundo.


No es un lugar como los demás. Aquí el cielo es de colores según el día, por él revolotean bandadas de flamencos de plumas rosadas en el atardecer, cuervos negros con picos largos y afilados o sinsajos que silban en verano una dulce melodía. En una de las muchas ciudades el agua cubre la mayoría del espacio, excepto en una pequeña región antes llamada Central Park. Se hace llamar Mistyc City, donde la luz en la noche procede de farolas echas con magia de seres místicos, humanos con poderes sobrenaturales, capaces de curar heridas o viajar en el tiempo. Otra ciudad se divide en facciones: Verdad (los sinceros), Abnegación (los altruistas), Osadía (los valientes), Cordialidad (los pacíficos) y Erudición (los inteligentes). No conocen el mundo más allá de las vallas que recubren la zona, el gobierno se empeñó en mantenerlos ajenos al exterior  hace décadas. La región de Panem celebra unos juegos cada año a causa de una revelión, llamados Los Juegos del Hambre, donde doce chicos y chicas de diferentes distritos de la región combaten a muerte por ser el único ganador. En este mundo existen los seres mágicos. Los hijos de la noche, también conocidos como vampiros, merodean en la noche en busca de sangre fresca. Dicen que hay una academia llamada Medianoche, que los acoge y enseña a controlar su sed de sangre o a integrarse en el mundo moderno .Los lobos patrullan los frondosos bosques de pinos altos y puntiagudos hasta el verano, cuando se transforman y recuperan su forma humana antes de haber sido mordidos. Existen Hadas gobernadas por la mortífera reina Sheile, una mujer despiadada que se aprovecha del sentimiento humano. También hay ángeles caídos, que se esconden entre las callejuelas de las ruidosas ciudades, intentado olvidar el pasado y mirando al futuro. Magos y brujos hay montones, dicen que son los que mejores fiestas hacen, pero cuidado: si no te das cuenta pueden transformarte en una rata con algún mejunje del ponche. Las brujas son más reservadas, viven en las afueras en viejas casas de madera, donde preparan sus conjuros de sangre e invocan almas que merodean por la tierra. Si hay una tormenta es que están enfadadas. Cerca del bosque hay un gran lago, dicen que el ángel Raziel convirtió al primer cazador de sombras allí, dándole de beber en la copa mortal su sangre a un humano. Los cazadores de sombras son seres medio humanos medio fantásticos, que dibujan runas en su cuerpo para conseguir habilidades y así poder atrapar a todo ser de las profundidades que se atreva a irrumpir en la superficie. Alguna vez he visto fantasmas merodeando, la primera vez me asusté mucho, empiezas a sentir un frío que te cala los huesos, los cristales se empañan e incluso las paredes se congelan. Conocí a una chica que había muerto atragantada por un osito de gominola, otra murió porque su supuesta mejor amiga la traicionó y la tiró desde el vagón de una atracción (Sí, suena escabroso). A parte de todo esto también hay otra región que época gente visita, una niña entró una vez y nunca más salió. Lo llaman El País De Las Maravillas. A mí me parece un lugar más mágico que ninguno, allí hay setas gigantes, puedes tomar el té en el no cumpleaños del sombrerero loco, jugar al criquet con la reina de corazones o que un gusano morado gigante te dé un buen consejo. Dicen que hay inmortales, pero yo nunca he visto a ninguno, quizás no lo sepa porque son igual que todo el mundo, salvo que pueden viajar a Wonderland cuando quieran (un sitio entre el cielo y la tierra donde todo lo que quieras se puede hacer realidad), hacer aparecer en el plano terrestre lo que les apetezca y conseguir no envejecer nunca. Nunca he sabido si creer en el cielo y el infierno o no. Dicen que cuando naces ya estás destinado a un lugar u otro, que al morir un representante del lado correspondiente te recoge. Si vas al infierno tu fecha de muerte se graba en alguna parte de tu cuerpo y estás obligado a entrenarte en la lucha sin fin con el cielo. Un mito cuenta que a que poseen sangre de los dos lados, tanto cielo como infierno, les crecen alas del color de su alma: desde rojas, pasando por violetas, rubíes o azabaches. No me gusta mucho pensar en ello, al fin y al cabo yo voy a  seguir estando aquí, en mi ciudad. Donde el sol brilla amarillo y frugal. Donde se respira a limpio; donde las terrazas están llenas de rosas rojas, el color del amor eterno; donde la gente encuentra el material del que están hechos sus sueños; donde el agua irrumpe en la arena de la playa, acariciando tus pies cansados, curándote; donde en lo alto de la colina hay una casa vieja misteriosa, que chirria y da golpes con la puerta como si aún hubiera vida en ella; donde el internado más importante del mundo enseña a los alumnos a prepararse para llevar todo un planeta; donde el destino está escrito con tonta invisible entre las nubes y las estrellas; donde a veces encuentras cuadernos de un libro escondidos entre la corteza de un árbol; donde gente con enfermedades encuentra la esperanza donde no la había antes. Este lugar es mi mundo. Este mundo lo he creado yo, recogiendo pedacito a pedacito de lo que me rodea, de lo que me hace sentir viva. Porque a veces necesitas un buen golpe para sentir algo entre tanta oscuridad.
 

domingo, 24 de febrero de 2013

Al natural.


A veces me miro al espejo y me asusto. Ver mi reflejo demacrado y consumido me da ganas de romperlo, hasta que se convierta en polvo brillante como la purpurina. Hay chicas que se maquillan mucho, yo soy de las partidarias de ¨mejor sé tú misma¨. No digo que esté mal maquillarse de vez en cuando, para ocasiones especiales. Solamente digo que tarde o temprano tú novio te verá en una calurosa mañana de verano después haberte hecho el amor y descubrirá tu cara real debajo de tanta mierda. Me lo imagino llamando a la policía porque no sabe quién eres y me dan ganas de reír. Una mujer es guapa sin maquillar, y aún más maquillada. Yo me maquillo porque nunca he sido una persona segura de su aspecto, pero mi madre siempre me dice que soy más bonita sin tanto rímel. ¿Y el coñazo que es tener que pasarte una toallita por la cara a la una de la mañana, porque si no lo haces se te mete en los ojos y al día siguiente pareces una drogadicta con problemas de alcoholismo? A mí me da tanta pereza que hay veces que prefiero la segunda opción, llámame vaga.

jueves, 21 de febrero de 2013

Dulce lluvia.


Miraba absorta el haz de luz que se colaba entre la fina cortina de la ventana. La luz anaranjada proyectaba una línea hasta el otro lado de la habitación, hasta ser interrumpida por mi mano. Era cálida a pesar de ser finales de febrero, notaba un calorcillo agradable sobre mis frías y delicadas manos de pianista. Minúsculas motitas de polvo se retorcían en torno al foco luminoso, bailando y girando a su antojo. Noté de pronto un fuerte dolor en la espalda, llevaba tirada en el suelo con la columna apoyada en la pared descascarillada hacía horas, absorta en mis pensamientos. Miro al techo mientras cruzo las piernas, es tan blanco como la nieve, tan nuevo e intacto que no concuerda con la habitación. Hay varios muebles entre estas cuatro paredes, pero para mí está completamente vacío.

No sé porque me siento tan sola a veces. Puedo parecer egoísta, lo sé. Pero es que hay momentos en los que necesito alguien que me abrace, y es en esos momentos cuando no hay nadie ahí. Qué diablos, momentos en los que no estás tú. A veces eres frío conmigo y eso me duele. Me siento estúpida, insegura, que todo ha sido una broma y no me quieres en verdad. Pero cuando me miras y me sonríes las cosas cambian. Así de simple. Así de simple es cambiar mi vida en un segundo. Que me mires y me sonrías de tal forma que me siento bella, querida, que importo, que merece la pena sonreírme.

Me levanto y camino hacia la ventana. Ahora pequeñas chispitas caen, giro la manilla y abro  la ventana chirriante. Cierro los ojos e inspiro profundamente aquel olor atierra mojada, flores y canela. Algunas gotitas se estampan contra mi cuerpo, refrescándolo. Poco a poco los finos cabellos que me rozan la cara se rizan en torno a ella. Pongo un pie en la repisa, está más fría que el suelo de mármol al contacto con mis pies. Una ráfaga de aire levanta y agita un poco la falda de mi vestido rosa. Salto con los ojos cerrados hacia el suelo y me resbalo con el barro entre los arbustos. Noto como la masa fangosa se cuela entre mis dedos del pie, haciéndome cosquillas. Estoy llena de barro, pero no me importa. Me incorporo con cuidado y dejo que la lluvia, ahora más fuerte, empape mi cuerpo. Siento la tela pegarse a mi piel, como de mi pelo caen gotas de agua hasta mi espalda. Saco la lengua y dejo que algunas gotitas se cuelen por mi boca. Está dulce.  Sonrío para mí y hecho a andar hacia alguna parte.

jueves, 14 de febrero de 2013

San Mandarín.


Me apetece dormir contigo. No me refiero a hacer el amor. Simplemente acurrucarme a tu lado entre las mantas, enterrar la cara en el hueco de tu cuello, rodearte la cintura con mis brazos, juguetear con tus fríos pies. Respirar tu aroma y que se quede grabado en mi memoria, para cuando te vallas y me dejes sola ¿Es que acaso pido demasiado? Tengo mono de tu persona, de tu cuerpo, de tus fobias, de tus latidos, de tus caricias. Sentir en mi nuca tu respiración lenta y pausada, retorcer entre mis dedos tus cortos mechones de pelo. De besitos de mariposa. Será el aire, será que hoy es el día de los enamorados, no sé qué será que te echo de menos. Y puedo parecer obsesionada, pero es que soy adicta a tus labios. Y me pregunto qué harás sin mí en este día de febrero. Será que hoy la tarde está más roja, será que hoy las galletas me saben a pocas, no sé qué será que hoy te quiero tanto.
 

domingo, 10 de febrero de 2013

Alegría > Nervios


Da golpecitos con el pie a un ritmo desigual. Está nerviosa, nota como sus pulmones la obligan a coger aire de más, para contrarrestar el ritmo frenético al que va la sangre por sus venas. Nota esa presión en la tripa, como si tuviera algo ahí ronroneando. No es la primera vez que lo experimenta, pero sí es la más fuerte. La sala está abarrotada de chicas esbeltas ataviadas en moños bien sujetos con horquillas. Ella lleva un mallot negro, por eso la miran, es la única en la sala que no va de blanco. Notar todas las miradas puestas en ella la pone más nerviosa, la sudan las palmas de las manos, pero no va a echarse atrás. Repasa mentalmente los pasos una y otra vez, dando vueltas por la sala. Una chica aún sin vestir la pregunta la hora. La chica, de ojos azules, la da las gracias y se marcha a los vestuarios. Nota como le tiemblan las manos ligeramente, se concentra en agarrar las zapatillas para que no se la note tanto que está nerviosa. Sabe que la coreografía no está lo suficientemente ensayada, cree que no va a salir bien. Un grupo de chicas la miran de reojo mientras conversan, la de la derecha susurra algo y las demás ríen mientras la miran. Ella sale andando más deprisa de lo que quería hacia la sala de ensayo. Contempla su reflejo en el espejo: lleva el pelo rojizo recogido en un moño alto, al igual que todas las otras chicas, los ojos ahumados, un poco de colorete rosado y los labios rojo carmín. Sonríe forzadamente al espejo. La canción que sonaba acaba y da paso a los aplausos y silbidos del público entusiasmado. Una mujer rubia algo mayor la pide que se coloque en la parte trasera del escenario, al lado de la caja de salida. Cierra los ojos intentando calmarse, pero tiene el corazón tan acelerado que puede escuchar cada latido como si fuera un tambor. Por megafonía anuncia su nombre una voz masculina algo áspera. Cuenta los cinco segundos que al quedan mientras mira al techo, sabe que no tiene más opción que salir. Comienza a andar lentamente hasta que sale al escenario. Los focos antes apagados se encienden, cegándola durante unos instantes. El teatro está abarrotado de gente, desde niños a ancianos, todos con rostros desconocidos para ella. Respira hondo y la música empieza a sonar, tragándose todos sus miedos. Mueve un pie, luego el otro. Gira unas cuantas veces, abre bien los brazos con delicados movimientos. No sabe si lo está haciendo bien pero, pasados unos minutos, se olvida por completo de que está bailando delante de miles de personas. Para ella es un baile más en su habitación. Se imagina descalza encima de la alfombra con la cadena de música al máximo. El momento se prolonga, se extiende, ella en aquel lugar elevado es feliz, porque se siente a gusto. Bailar para ella es vivir, para ella es una forma más de olvidarse del mundo. La gente la aplaude y al vitorea, incluso la lanzan unas cuantas rosas. Termina la coreografía y se agacha a recogerlas, exhausta. Sonríe de oreja a oreja mientras agita la mano despidiéndose de aquellas personas que la han dado tanto con tan poco. Sale corriendo hacia la salida, aún con las gotas de sudor cayéndole por la frente. Se deshace el moño y se echa el abrigo abotonado encima. Cuando sale al exterior pequeñas motitas blancas recubren el cielo grisáceo de Madrid, ella se tira en la nieve y comienza hacer ángeles, feliz, riendo. Porque hoy a sido un día especial que jamás va a olvidar.

jueves, 7 de febrero de 2013

La llama que te consume.

Una chispita que se enciende. Que al principio tilila en medio de la oscuridad a descompás, al ritmo de un golpe frenético. Un dos, un dos. La chispita se hace un poquito más grande y nota un calorcito agradable, que te reconforta. El calor se hace más grande, deshelando todo lo que se encuentra a su alrededor, dando luz a todos los rincones del pequeño espacio. La chispita se ha convertido en una llama. Una llama que empieza a quemar las paredes. Que está ennegreciendo y llenando de humo toda la estancia antes oscura. La llama se extiende, se propaga, la mecha se ha prendido y empieza la cuenta atrás. Dobla su tamaño y aquel calor ahora te abrasa, haciéndote cada vez más daño. Las paredes se funden a su alrededor y con ellas todo lo que la frenética llama encuentra, sin ningún reparo. A ti te hace chillar, te abrasa, te ahoga. Sientes que vas a explotar de un momento a otro, sientes que ahora lo que tienes ahí, es dinamita, es explosivo.
Al final la chispa se convirtió en llama, y la llama en fuego, y el fuego en dinamita.
Al final mi aprecio se convirtió en un querer, y el querer en amar, y el amar en desear.
Al final mi corazón se consumió por la chispita inocente y cálida.

martes, 5 de febrero de 2013

Diario de una adolescente suicida.


Te alejaste por donde habías venido sin mirar ni un momento atrás. Esperé. Esperé a que te giraras y me abrazaras. Pero me quedé ahí hasta que llegó la noche. Me senté en el asfalto desgastado por las ruedas de los coches. Me arrebujé en mi abrigo de paño. Pedí al cielo estrellado que volvieras. El impacto de verte alejarte de mí sin poder hacer nada me había dejado helada. Mi mano que había descansado en tu mejilla aún tenía tu calor. El viento removía mi pelo.  Un rayo calló a unos metros de mí. Como si Zeus me estuviera avisando de que no ibas a volver, de que regresara a mi casa. Pero yo, la verdad, ya no tenía ningún sitio al que llamar hogar. Abrí la boca con intención de gritar tu nombre, pero también perdí la voz. La neblina me impedía ver más allá de aquel estúpido camino que nos separaba.

 No soy más que una cría. Una cría sin sueños, sin esperanzas.  Una chica que nunca fue como los demás. No por el hecho de que ahora mismo esté aquí, sentada en el asfalto de una carretera al fin del mundo esperando algo que ni yo sé. Diferente porque yo no quiero ser el tipo de chica que le gusta a todo el mundo, porque es algo que odio. Supongo que es por eso que ya no tengo a donde ir. En mi mundo tú eras el pilar que lo sustentaba. Sé que mis historias dan la impresión de que me gusta recrearme en mi propia mierda, pero seamos realistas, estoy aquí con un frío del carajo, la nariz como un tomate y  lagrimones congelados antes de poder salir a tomar el aire.  Solas las estrellas y yo. Todo muy poético. Que las estrellas sean las que están ahí en las noches, cuando todo el subconsciente cobra vida. Que la luna te siga en tus viajes de verano, que te dé luz cuando se supone que tendría que haber oscuridad.

Me ha dado por esperar en esta maldita carretera.

Espero que algo pase pronto o cogeré la gripe o algo.

lunes, 4 de febrero de 2013

Efecto hermético.


Suelo soñar despierta, suelo perderme por mi subconsciente.  Me suelen mirar raro por ello, pero estoy acostumbrada. Es parte de mí. Evadirme a otra realidad es mucho mejor que tener que escuchar las gilipolleces de la gente. Prefiero soñar despierta a vivir en mi propia desastrosa realidad. Todo es mejor que eso.  Me coloco los cascos en las orejas y me voy de este maldito mundo, cierro los ojos y me dejo llevar por la suave voz de un buen cantante y las bonitas notas de un piano. Cojo un lápiz y plasmo en el papel lo que me ronda en la cabeza de un modo que solo yo entiendo. Me intoxico a base de olor a pintura acrílica. Dejo que mis dedos toquen firmemente la guitarra, que produzcan una lenta melodía, que deleite mis oídos. Canto lo que me gustaría gritar en voz alta. Bailo lo que me pide el cuerpo. Así es mi vida hoy en día, así de triste es el mundo.  Que la gente me habla y a mí no hacen más que pitarme los oídos. Critican por ahí, critican por allá. Todo vomitivo. Si por mí fuera que se quemase el instituto hasta los cimientos con todos ellos dentro. Me dan la misma pena que yo les doy a ellos. Algún día seré tan asquerosamente rica y trabajadora que llamaran a la puerta de mi casa para limpiarme el váter. Evidentemente solo les dejaré si lo hacen con la lengua. ¨ Yo canto para los oídos, no para los ojos¨. Con tres pares de cojones Adele. Esa mujer recibe críticas por estar rellenita por todos lados y la importa una mierda ser una gorda. Es tan sencillo como preguntarte a ti mismo que es lo que te gusta a ti. Lo gracioso es qué yo debería preguntármelo a mí, pero siempre seré un caso aparte que intenta ser perfecto cuando irónicamente la perfección no existe, pero la palabra sí. Que jodida es la vida ¿no te parece?