Suponía que
era el cartero asique abrió en pijama, pero resultó ser Marco. Llevaba el pelo
despeinado, pero con gracia, una chaqueta que le sentaba de maravilla y unos
vaqueros de Levis.
-¿Qué haces
aquí? Si lo hubiera sabido…
-He venido a
buscarte, ¿quieres pasar el resto del día conmigo?
-Bueno, si
no lo paso contigo lo aré sola. Pasa y enseguida me visto.
No sabe que
ponerse, él no es que valla arreglado, pero es tan guapo que da igual lo que se
ponga. Se decanta por un vestido marrón, unas medias a juego, unos zapatitos de
tacón y su rebeca beige. Se hace unos tirabuzones rápidos, lo bastante como
para arreglarse un poco el desastre de pelo que tiene.
-Ya.
-Estás
guapísima.
-Gracias…tu
también…- dice sonriendo.
-¿Vamos?
Salen de la
casa, uno detrás del otro. ¿Dónde la llevará? No aguanta más así que se lo
pregunta.
-¿A donde
vamos?
-Es una
sorpresa, seguro que te encanta.
-No sé si
fiarme de ti…
-¿no soy de
tu confianza?
-Pues claro
que sí, pero estás loco.
-Gracias, tú
también.
Entre risas
y bromas llegan a la estación. ¿Tan lejos van?
-Un billete
para... un momento.
Entonces
tapa los oídos de la chica y sigue hablando. Este chico un día la va a matar,
pero si es él la da igual.
-Vamos.
-Me tienes
intrigada.
-Y más aún
te tendré, antes tengo que pasar por esa tienda.
Al cabo de
unos minutos sale de aquella tienda. Entran en el vagón y se sientan.
-Pues no sé
a donde iremos, pero espero que merezca la pena.
-A mi solo
me importas tú, no el lugar a donde vallamos- Dice algo enfadado.
No sabe que
decir. Siempre la dice cosas así de bonitas y se queda sin habla. De pronto él
se acerca hacia ella ¿qué va a hacer? ¿La va a besar otra vez?
Entonces
aparta con cuidado el mechón de pelo que tiene rozando su cara, la mira y los dos sienten una punzada en el
corazón.
-Perdona…
-Da igual…
Vuelven a
sus asientos sin hablar en lo que queda
de viaje. Tras un rato el tren se detiene.
-Es aquí.
Los dos
bajan del vagón y salen de la estación. Parece una ciudad bastante grande.
Después de
caminar durante unos 15 minutos se detienen en la entrada de un hotel.
-Prométeme
que no abrirás los ojos a partir de ahora.
-Vale, pero
con una condición.
-¿Cuál?
-Que cuando
terminemos me responderás a una pregunta.
-Está bien.
Coge un
pañuelo de la mochila y no la queda más remedio que dejarse llevar por el
chico. Tras subir una infinidad de escaleras Marco la manda sentarse en algo
que no sabe que es. Pasa un buen rato y se empieza a preocupar, no oye a nadie ¿la
habrá dejado ahí sola? Es imposible que él la haga eso.
-¿Preparada?
Y con un
gesto rápido retira el pañuelo.
No se lo
puede creer, está plantada en una terraza enorme, más grande que su propia
casa, y encima la vista es espectacular. Un montón de edificios, rascacielos y
casitas se iluminan dándole un toque de color diferente a aquel atardecer tan
maravilloso.
-Es….
Increíble.
-¿Merece al
pena no?
-Si,
muchísimo.
-Bueno, pero
no solo te e traído para esto ¿bailas?
-Jajajaja-
No puede evitar reírse- Claro que si.
Y como aquel
día en que se conocieron, el la cogió de la cintura y la arrima, pero esta vez
ella posa su cabeza en su pecho.
-Me
prometiste contestarme a una pregunta.
-Esta bien
¿Cuál es?
-Yo… ¿te
gusto?
-¿Tú? ¿A mi?
-Si, a ti.
- La verdad
es que eres una niña para mi, cabezota y marimandona. Pero cada día que entras
por al puerta me haces sentir cosas que no sabría explicar, cada vez que te
miro a los ojos tengo ganas de besarte.
- Que yo
sepa me estás mirando ahora y no me besas.
-¿Me estás
retando?
-Puede.
Marco la
aprieta contra el y la da un beso, largo y apasionado. Son unos instantes de
liberación, los dos sueltan todo lo que llevaban aguantando durante la semana.
El beso acaba pero no se dejan de mirar.
-Supongo que
esto es que te gusto ¿no?- Dice alegre de la noticia.
-Pues claro
que si.
Se dan otro
beso, mas bien un roce momentáneo entre sus labios.
-Te quiero,
y por eso te e comprado esto.
Saca un
paquetito envuelto en papel rosado de su pantalón. Lo abre y se encuentra con
un precioso collar de piedrecitas que muchas envidiarían.
-Joder, no
hacia falta que me regalaras esto.
-Supongo que
te gusta.
Pues claro-
Se lanza y le da otro beso.
Y aquella
tarde maravillosa fue el comienzo de algo más especial aun, aunque nada es para
siempre o al menos eso dicen.