expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

domingo, 27 de mayo de 2012

Huele a tierra mojada.


Huele a tierra mojada. Pequeñas gotas empiezan a caer sobre mi aterciopelado vestido azul. Tú sigues sin venir, yo sigo esperando. Las gotas caen ahora con más fuerza, mi pelo se encrespa y no tardan en rizarse los finos cabellos que me rozan la cara. Miro a un lado y otro y tú sigues sin aparecer. Empiezo a impacientarme, muevo los pies jugando como una niña pequeña. Mi vestido se empieza a mojar, la delicada tela se hace cada vez mas pesada. Debería resguardarme en algún lugar, pero sé que tu vas a venir. Lo sé.
El tiempo sigue pasando, estoy empapada, parezco un gato recién bañado, pero sigo ahí, esperándote. Ha pasado una hora. Las gotas dejan de caer, la gente guarda sus paraguas, la gente me mira fijamente. ¿Por qué estoy ahí? No va a venir. Ya no tengo ningún motivo por el que seguir aquí, pero entonces... ¿Por qué no me voy?
Estoy helada, mojada y cansada. Quizás me haya dado una hipotermia y por eso no sea capaz de mover un solo musculo.
De repente una lágrima cae por mi mejilla. ¿Estoy llorando? Él no va a venir. Lo sé, lo sabia. Pero soy incapaz de irme por el mero hecho de que le amo. Estoy tan desesperada que aun sabiendo que el no vendrá, sigo aquí, esperándole. Le hecho de menos. Cada segundo, cada minuto, cada hora.
Empieza a anochecer y yo sigo ahí. Las farolas se encienden e iluminan el largo paseo del parque. Es bonito. Pero más si estuviera él.
Entonces consigo ver algo, una sombra al final de paseo. Se acerca deprisa, corriendo, alguien que jadea, alguien que se va tropezando con las ramas. Es él. Después de todo a venido. No me quedo un segundo más allí, hecho a correr hacia él y le agarro con fuerza el cuello, aproximando mis labios a los suyos. Es un beso largo y cálido en aquella fría noche. Noto su falta de oxígeno así que me permito despegar mis labios, aunque hubiera seguido besándolo hasta la mañana siguiente.
Se nota cansancio en sus ojos, puedo ver su precioso pelo alborotado de una manera graciosa. No puedo evitar dibujar una sonrisa, pensaba que no iba a venir. Pero ha venido. Esta ahí, conmigo, para mí.
Acerca su boca a mi oído y me susurra:
-Lo siento.
No puedo evitar llorar, el no tarda en contagiarse. Nos abrazamos, nos decimos lo mucho que nos queremos, nos besamos.
Y aún huele a tierra mojada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario