Y esos deseos irremediables de palpar con mis dedos tu
ausencia. Ausencia es lo único que queda de ti. Un hueco vacío y carente de
calor humano al otro lado de mi cama, un ligero olor a amor y a besos, abrazos,
roces con los pies, sonrisas fugaces. Ya no queda nada más que el recuerdo de
mis dedos enmarcando tu hombro firme y tu rostro aniñado, tostado de pecas. Una
canción encabezada por dulces violines y finalizada con estridentes guitarras. Sólo
queda el recuerdo de unas cuantas palabras bonitas y otras tantas de cariño y
afecto. Ya no queda nada, y tan sólo queda un poco, pero queda algo, de nuestro
amor.
domingo, 3 de noviembre de 2013
viernes, 1 de noviembre de 2013
Estaba loca, pero tampoco tanto.
¨ ¿Qué es el amor? ¨ se preguntaba mientras compraba una
tarrina de helado Häagen-Dazs de chocolate con vainilla. Siempre había odiado
la vainilla, pero aquella combinación la hacía cambiar de opinión. Ni siquiera
se había molestado en peinarse, y mucho menos en quitarse las zapatillas de
andar por casa y la bata color turquesa. Hoy no era su mejor día, aunque a
partir de ahora tampoco lo iban a ser los demás que le seguían.
Aquella tarde de Septiembre Aqua se sentía desolada, vacía y
lo único que podía llenarla era ponerse gorda a base de dulces. Ni siquiera
ella sabía por qué, pero siempre que estaba nerviosa o triste necesitaba
azúcar. La gente la miraba con las cejas levantadas, y algún que otro crío se reía
de ella, así que se ¨enchufló¨ los cascos de mala gana a las orejas (apretándolos
tanto que podría haber rozado el tímpano con ellos). Curiosamente, la canción
que empezó a sonar fue ¨Wake Me Up When September Ends¨ de Green Day.
-Dichoso aparato- Le esputó al IPod, mirándolo con cara de
pocos amigos. La verdad es que la daba igual que pudiera parecer una loca, con
aquellos pelos rubios revueltos, los ojos hinchados y rojos, llenos de pequeñas
arañas oculares.
-Que os jodan a todos- Sentenció.
Llegó hasta el final de la calle cuando la canción se acabó
y subió como un rayo las escaleras hasta el segundo piso. Cerró la puerta sin
ningún cuidado con un portazo sonoro y tiró las llaves encima de la mesa del recibidor.
Se quedó quieta en la oscuridad de su casa esperando, tal vez, a que alguien
encendiera la lamparita del salón y la sonriera de oreja a oreja con aquel
brillo azulado tan especial. Pero nadie encendió
la lamparita, nadie la sonrió. Caminó arrastrando los pies (aún a oscuras)
hasta llegar al sillón de dos plazas color bermellón. El sillón de dos plazas
que ahora era inservible, claro. Abrió la tarrina de medio kilo de helado y
cogió la cuchara sopera que ya tenía dispuesta y preparada sobre la mesa baja,
que combinaba con todos aquellos estúpidos muebles modernos y ecológicos. Estaba a punto de dar el primer bocado cuando
recordó algo. Cogió el mando del DVD y le dio al play, también tenía preparado
500 Days Of Summer, esa tarde no la importaba llorar. Sólo quería sentirse
identificada, por una vez, con alguien. Aunque ese alguien fuera un personaje
ficticio.
Después de unas pocas horas la película termina y en cierto
modo se siente mejor. Ha llorado, como es evidente, pero se ha desahogado un
poquito. A veces que digan las cosas que piensas por ti reconforta de una
manera extraña. La televisión se queda de color azul y ella la mira con la
cabeza ladeada, como un pajarillo, rozando su hombro con sus finos mechones de
pelo. El reloj está parado, ha debido de quedarse sin pilas. Igual que ella. Ni
siquiera sabe por qué se siente así, si fue ella la que le echó de allí. De su
casa, de su vida, de su mundo. Casi hasta de su universo. Pero solo casi.
Ya está desvariando, ya está empezando a recrearse en sus
propias agonías. No la gusta ser así, no la gusta estar sola. Pero siempre que
está con alguien prefiere estarlo. Dicen que a eso se le llama soledad
compartida ¿O era soledad de dos?
-Qué más da- se dice -al fin y al cabo no necesito acordarme.
-Sabes dios- Dice después de mucho pensar, mirando al techo-
siempre me había reído de ti. Nunca te he tomado en serio, nunca te he pedido
nada porque no creo que seas real. Pero me he dado cuenta de por qué para
tantas personas eres real. Dios no es nadie, Dios somos todos nosotros. Eres
una parte de nosotros, una voz, el último recurso. Cuando no te queda nada,
cuando estás en una situación extrema y no sabes que hacer. Ahí estás tú,
escondido en un rincón de la mente cuando no tienes nada más a lo que aferrarte
antes de caer. Porque todos somos ángeles avariciosos, que volamos cada vez más
alto intentando rozar con la yema de los dedos eso que llaman felicidad, y después
caemos, caemos todo lo volado y nos rompemos las alas. Y cuando volvemos a
poder volar con nuestras plumas nuevas nos empeñamos en volver a caer, una y
otra vez, así todo el resto de nuestra absurda existencia. Tú eres a quién unos
le echan la culpa y lo que otros toman como razón para volver a caer – hace una
pausa para coger aire – Dios, o Aqua, o quién quiera que seas – carraspea un
poco mientras una lagrimilla enmarca su cara redonda – ya me he caído
suficientes veces. Y ya no sé ni que digo, ni qué es lo que estoy haciendo. No
quiero seguir cayendo, pero si no vuelo no podré tener ese roce momentáneo con
la felicidad. Quizás algún día pueda atraparlo con las manos, y si no sigo
intentándolo no lo sabré. Pero también puede que llegue un día en el que mis
alas no vuelvan a crecer. Y entonces me quedaré sin nada para siempre. –
Empieza a llorar, ahogando sus palabras dichas, por primera vez, en voz alta.
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