Te alejaste por donde habías venido sin mirar ni un momento
atrás. Esperé. Esperé a que te giraras y me abrazaras. Pero me quedé ahí hasta
que llegó la noche. Me senté en el asfalto desgastado por las ruedas de los coches.
Me arrebujé en mi abrigo de paño. Pedí al cielo estrellado que volvieras. El
impacto de verte alejarte de mí sin poder hacer nada me había dejado helada. Mi mano
que había descansado en tu mejilla aún tenía tu calor. El viento removía mi
pelo. Un rayo calló a unos metros de mí.
Como si Zeus me estuviera avisando de que no ibas a volver, de que regresara a
mi casa. Pero yo, la verdad, ya no tenía ningún sitio al que llamar hogar. Abrí
la boca con intención de gritar tu nombre, pero también perdí la voz. La
neblina me impedía ver más allá de aquel estúpido camino que nos separaba.
No soy más que una
cría. Una cría sin sueños, sin esperanzas.
Una chica que nunca fue como los demás. No por el hecho de que ahora
mismo esté aquí, sentada en el asfalto de una carretera al fin del mundo
esperando algo que ni yo sé. Diferente porque yo no quiero ser el tipo de chica
que le gusta a todo el mundo, porque es algo que odio. Supongo que es por eso
que ya no tengo a donde ir. En mi mundo tú eras el pilar que lo sustentaba. Sé
que mis historias dan la impresión de que me gusta recrearme en mi propia
mierda, pero seamos realistas, estoy aquí con un frío del carajo, la nariz como
un tomate y lagrimones congelados antes
de poder salir a tomar el aire. Solas
las estrellas y yo. Todo muy poético. Que las estrellas sean las que están ahí
en las noches, cuando todo el subconsciente cobra vida. Que la luna te siga en
tus viajes de verano, que te dé luz cuando se supone que tendría que haber
oscuridad.
Me ha dado por esperar en esta maldita carretera.
Espero que algo pase pronto o cogeré la gripe o algo.
brutal
ResponderEliminar:)
Wow me gusto tu escrito... buen blog.
ResponderEliminar