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viernes, 3 de agosto de 2012

Despertar.


Desperté en medio del bosque. Había  anochecido y ni la tenue luz de la luna que se filtraba a través de los pequeños huecos de las hojas permitía verme a si misma. No tenía miedo. El bosque siempre había sido mi hogar. A pesar de no saber ni donde estaba, ni de cuanto tiempo había permanecido así, tirada en medio de aquel pequeño claro llena de barro mezclado con sangre, pegado por la piel. Una suave brisa me recordó que tenía que hacer algo. Cerré los ojos y como siempre, gracias a mi instinto pude oír el murmullo de un arrollo cerca. Torpemente conseguí llegar hasta él. Los árboles en esa zona dejaban un gran claro por donde la luz dejaba entrever mucho mejor. Me raspé los brazos con intención de limpiar aquella suciedad que me estaba empezando a dar arcadas. Entonces reparé en que tenia una herida en la sien. Se trataba de un zarpazo.

Entonces recordé porque estaba allí. Aquellas bestias salvajes me había atacado. Aquellas bestias creadas para matarme expresamente a mí.

Pero cuando estaba huyendo algo me golpeó. Pude notar mi cuerpo chocando contra alguien, y después caí al suelo dándome un irremediable  golpe en la cabeza, que me hizo desmayar.

Pero ¿Quién o qué me había salvado?

No recordaba más por mucho que quisiera. Solo el vago recuerdo de un olor bastante familiar a naturaleza. Como el de él.

Pero él no iba a volver.

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