expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

domingo, 19 de enero de 2014

Bang bang, You're dead.


 Bang bang, pistoletazo en la sien. Toco el agujero que me atraviesa, pero por más que me dispare no sangro.

¿Por qué coño no sangro, si no paro de abrirme la herida?
Será que en fondo, no hay herida que valga.
No hay sangre en mis venas.
Será que llegó el invierno, frío invierno que me hiela esas venas.
Pero llegó la primavera, y por más que esperaba el deshielo no llegaba.
Y aquí estaba yo, abriéndome heridas que en realidad nunca se abrían, que yo me imaginaba, que yo deseaba.
¨Que me maten¨, gritaba, ¨quiero sentir dolor¨.
Quiero sentir que estoy viva.
Aspiraba aquel humo que odiaba, que me enfermaba.
Una y otra vez, caladas sin pausa. Aspiraba y aspiraba, y si por mi fuera me hubiera tragado aquel cigarro de un trago, sin mordiscos, sin pausa.
Contaba los días, contaba las caladas.
Contaba las heridas que yo me imaginaba.
Y entonces llegó el deshielo.
Aquella mañana de otoño, aquel día sin sol.
Porque el sol también se helaba me decían.
Que si me hielo yo no hay sol que valga, hijos de puta.
Y vino él y me tocó el brazo, y ya está, con eso bastó.
Todo lo que me rodeaba se desheló.
Tanto tiempo congelada había estado que no recordaba como besar, como respirar.
Porque helada yo no respiraba, yo aspiraba mierda.
Y ahora aspiro tu boca en mi boca y no hay cigarro que valga.
La putada es que ahora no soy la única que se hiela.
Que tú te hielas conmigo.
Y que en vez de dar caladas, nos hacemos el amor.



Ya no me hace falta sentir dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario