expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

domingo, 10 de febrero de 2013

Alegría > Nervios


Da golpecitos con el pie a un ritmo desigual. Está nerviosa, nota como sus pulmones la obligan a coger aire de más, para contrarrestar el ritmo frenético al que va la sangre por sus venas. Nota esa presión en la tripa, como si tuviera algo ahí ronroneando. No es la primera vez que lo experimenta, pero sí es la más fuerte. La sala está abarrotada de chicas esbeltas ataviadas en moños bien sujetos con horquillas. Ella lleva un mallot negro, por eso la miran, es la única en la sala que no va de blanco. Notar todas las miradas puestas en ella la pone más nerviosa, la sudan las palmas de las manos, pero no va a echarse atrás. Repasa mentalmente los pasos una y otra vez, dando vueltas por la sala. Una chica aún sin vestir la pregunta la hora. La chica, de ojos azules, la da las gracias y se marcha a los vestuarios. Nota como le tiemblan las manos ligeramente, se concentra en agarrar las zapatillas para que no se la note tanto que está nerviosa. Sabe que la coreografía no está lo suficientemente ensayada, cree que no va a salir bien. Un grupo de chicas la miran de reojo mientras conversan, la de la derecha susurra algo y las demás ríen mientras la miran. Ella sale andando más deprisa de lo que quería hacia la sala de ensayo. Contempla su reflejo en el espejo: lleva el pelo rojizo recogido en un moño alto, al igual que todas las otras chicas, los ojos ahumados, un poco de colorete rosado y los labios rojo carmín. Sonríe forzadamente al espejo. La canción que sonaba acaba y da paso a los aplausos y silbidos del público entusiasmado. Una mujer rubia algo mayor la pide que se coloque en la parte trasera del escenario, al lado de la caja de salida. Cierra los ojos intentando calmarse, pero tiene el corazón tan acelerado que puede escuchar cada latido como si fuera un tambor. Por megafonía anuncia su nombre una voz masculina algo áspera. Cuenta los cinco segundos que al quedan mientras mira al techo, sabe que no tiene más opción que salir. Comienza a andar lentamente hasta que sale al escenario. Los focos antes apagados se encienden, cegándola durante unos instantes. El teatro está abarrotado de gente, desde niños a ancianos, todos con rostros desconocidos para ella. Respira hondo y la música empieza a sonar, tragándose todos sus miedos. Mueve un pie, luego el otro. Gira unas cuantas veces, abre bien los brazos con delicados movimientos. No sabe si lo está haciendo bien pero, pasados unos minutos, se olvida por completo de que está bailando delante de miles de personas. Para ella es un baile más en su habitación. Se imagina descalza encima de la alfombra con la cadena de música al máximo. El momento se prolonga, se extiende, ella en aquel lugar elevado es feliz, porque se siente a gusto. Bailar para ella es vivir, para ella es una forma más de olvidarse del mundo. La gente la aplaude y al vitorea, incluso la lanzan unas cuantas rosas. Termina la coreografía y se agacha a recogerlas, exhausta. Sonríe de oreja a oreja mientras agita la mano despidiéndose de aquellas personas que la han dado tanto con tan poco. Sale corriendo hacia la salida, aún con las gotas de sudor cayéndole por la frente. Se deshace el moño y se echa el abrigo abotonado encima. Cuando sale al exterior pequeñas motitas blancas recubren el cielo grisáceo de Madrid, ella se tira en la nieve y comienza hacer ángeles, feliz, riendo. Porque hoy a sido un día especial que jamás va a olvidar.

jueves, 7 de febrero de 2013

La llama que te consume.

Una chispita que se enciende. Que al principio tilila en medio de la oscuridad a descompás, al ritmo de un golpe frenético. Un dos, un dos. La chispita se hace un poquito más grande y nota un calorcito agradable, que te reconforta. El calor se hace más grande, deshelando todo lo que se encuentra a su alrededor, dando luz a todos los rincones del pequeño espacio. La chispita se ha convertido en una llama. Una llama que empieza a quemar las paredes. Que está ennegreciendo y llenando de humo toda la estancia antes oscura. La llama se extiende, se propaga, la mecha se ha prendido y empieza la cuenta atrás. Dobla su tamaño y aquel calor ahora te abrasa, haciéndote cada vez más daño. Las paredes se funden a su alrededor y con ellas todo lo que la frenética llama encuentra, sin ningún reparo. A ti te hace chillar, te abrasa, te ahoga. Sientes que vas a explotar de un momento a otro, sientes que ahora lo que tienes ahí, es dinamita, es explosivo.
Al final la chispa se convirtió en llama, y la llama en fuego, y el fuego en dinamita.
Al final mi aprecio se convirtió en un querer, y el querer en amar, y el amar en desear.
Al final mi corazón se consumió por la chispita inocente y cálida.

martes, 5 de febrero de 2013

Diario de una adolescente suicida.


Te alejaste por donde habías venido sin mirar ni un momento atrás. Esperé. Esperé a que te giraras y me abrazaras. Pero me quedé ahí hasta que llegó la noche. Me senté en el asfalto desgastado por las ruedas de los coches. Me arrebujé en mi abrigo de paño. Pedí al cielo estrellado que volvieras. El impacto de verte alejarte de mí sin poder hacer nada me había dejado helada. Mi mano que había descansado en tu mejilla aún tenía tu calor. El viento removía mi pelo.  Un rayo calló a unos metros de mí. Como si Zeus me estuviera avisando de que no ibas a volver, de que regresara a mi casa. Pero yo, la verdad, ya no tenía ningún sitio al que llamar hogar. Abrí la boca con intención de gritar tu nombre, pero también perdí la voz. La neblina me impedía ver más allá de aquel estúpido camino que nos separaba.

 No soy más que una cría. Una cría sin sueños, sin esperanzas.  Una chica que nunca fue como los demás. No por el hecho de que ahora mismo esté aquí, sentada en el asfalto de una carretera al fin del mundo esperando algo que ni yo sé. Diferente porque yo no quiero ser el tipo de chica que le gusta a todo el mundo, porque es algo que odio. Supongo que es por eso que ya no tengo a donde ir. En mi mundo tú eras el pilar que lo sustentaba. Sé que mis historias dan la impresión de que me gusta recrearme en mi propia mierda, pero seamos realistas, estoy aquí con un frío del carajo, la nariz como un tomate y  lagrimones congelados antes de poder salir a tomar el aire.  Solas las estrellas y yo. Todo muy poético. Que las estrellas sean las que están ahí en las noches, cuando todo el subconsciente cobra vida. Que la luna te siga en tus viajes de verano, que te dé luz cuando se supone que tendría que haber oscuridad.

Me ha dado por esperar en esta maldita carretera.

Espero que algo pase pronto o cogeré la gripe o algo.

lunes, 4 de febrero de 2013

Efecto hermético.


Suelo soñar despierta, suelo perderme por mi subconsciente.  Me suelen mirar raro por ello, pero estoy acostumbrada. Es parte de mí. Evadirme a otra realidad es mucho mejor que tener que escuchar las gilipolleces de la gente. Prefiero soñar despierta a vivir en mi propia desastrosa realidad. Todo es mejor que eso.  Me coloco los cascos en las orejas y me voy de este maldito mundo, cierro los ojos y me dejo llevar por la suave voz de un buen cantante y las bonitas notas de un piano. Cojo un lápiz y plasmo en el papel lo que me ronda en la cabeza de un modo que solo yo entiendo. Me intoxico a base de olor a pintura acrílica. Dejo que mis dedos toquen firmemente la guitarra, que produzcan una lenta melodía, que deleite mis oídos. Canto lo que me gustaría gritar en voz alta. Bailo lo que me pide el cuerpo. Así es mi vida hoy en día, así de triste es el mundo.  Que la gente me habla y a mí no hacen más que pitarme los oídos. Critican por ahí, critican por allá. Todo vomitivo. Si por mí fuera que se quemase el instituto hasta los cimientos con todos ellos dentro. Me dan la misma pena que yo les doy a ellos. Algún día seré tan asquerosamente rica y trabajadora que llamaran a la puerta de mi casa para limpiarme el váter. Evidentemente solo les dejaré si lo hacen con la lengua. ¨ Yo canto para los oídos, no para los ojos¨. Con tres pares de cojones Adele. Esa mujer recibe críticas por estar rellenita por todos lados y la importa una mierda ser una gorda. Es tan sencillo como preguntarte a ti mismo que es lo que te gusta a ti. Lo gracioso es qué yo debería preguntármelo a mí, pero siempre seré un caso aparte que intenta ser perfecto cuando irónicamente la perfección no existe, pero la palabra sí. Que jodida es la vida ¿no te parece?
 

martes, 29 de enero de 2013

Duras declaraciones (de amor)


Mirabas distraída tus pies descalzos en la fría madera. Te conocía tan bien que podía saber con solo mirar el destello de tus ojos que tenías dudas. Dudas de por qué te había llevado a aquella habitación a solas.

-Tengo que hablar contigo.- Dije sin más preámbulos.

-¿De qué?- Conseguiste susurrar, a pesar del fuerte temblor que invadía tus delicadas manos, siempre firmes hasta ese momento que agarraban la tela rosada con fuerza, estrujándola. Odiaba que no fueras capaz de mirarme a los ojos.

-Mírame.

-¿Qué?- levantaste la cabeza rápidamente, encontrándote con mis ojos azules, clavados en ti, algo que te provocó un ligero mareo que hizo que dieras un traspiés.

-Yo…

-Cállate.- Dije, con un tono de voz más áspero de lo que en realidad quería ser. Nada de aquello me estaba saliendo como pretendía. Puse una mano en mi negra cabellera, alborotándola, pensando cómo demonios decir lo que quería decirte, mientras tú mirabas al suelo de nuevo.

-Si solo me has llamado para darme órdenes me voy.- Dijiste malhumorada, tenías todo el derecho a  estarlo.

-No, espera… no te he llamado solo para eso.- Conseguí decir. Giraste sobre los talones, cruzando los brazos sobre el pecho, en una actitud de espera y una ligera mueca de exasperación. No sabía cómo decirlo, no tenía ni idea y las palabras se quedaban atrancadas como hojas afiladas en mi garganta.

Clavaste los ojos en mí. Algo ahí, en mi pecho empezó a dar martillazos, avisándome de que me iba a desplomar allí mismo si no hacía nada pronto. Di un paso al frente, asustándote ligeramente, sabía que a tus ojos yo no era más que alguien con quien guardar las distancias, pero ahora en este instante, era lo que menos quería que hubiera entre nosotros.

-Dios ¿no lo entiendes?- Dije, aguantando las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, todo mi cuerpo era inestable y tembloroso, algo ajeno a mí.

-No, no lo entiendo.

-Te quiero, joder, te quiero.- Al fin las palabras salieron, de una forma que no me gustaba, pero yo siempre seria así, impredeciblemente seco hasta para mí mismo. Tus ojos verdosos se abrieron como platos, con la boca ligeramente entreabierta.

Acerqué, esta vez sin vacilación, mi cuerpo al tuyo, y cuando nuestras caras estuvieron tan pegadas que podía rozar mi nariz con la tuya, y tu respiración me atravesaba el alma lo susurré.

-Te he querido siempre.- Y me acerqué, posando mis labios en los tuyos. Primero sentí el contacto con ellos, algo que me hizo un ligero cosquilleo en el estómago, seguido de un golpeteo fuerte y rítmico en mi caja torácica. Te bese suavemente, temiendo que fueras a apartarte de un momento a otro para darme una bofetada. Pero no lo hiciste. Me devolviste el beso. Y no sé si fue la adrenalina, la felicidad o el momento en sí, pero te atraje hacia mí por la cadera hasta que nos enredamos en la alfombra, con la que había tropezado antes de caer besándonos de una manera que llevaba soñando hacía meses. Mis manos recorrían tu delicado cuerpo, las tuyas alborotaban de forma salvaje mi pelo. Bajaste una hasta el filo de mi camiseta, sacándomela por la cabeza, dejándome con el torso desnudo. Te miré a los ojos en ese momento y no me hizo falta que dijeras nada más. Tenías las pupilas tan dilatadas que tu iris esmeralda se había perdido. Nos besamos, aún con más énfasis, yo explorando por debajo de tu vestido, recorriendo tus pantorrillas, alborotando tu larga melena cobriza. Aquello era de locos.

 Nos apartamos antes de llegar a nada más. Jadeábamos, y no pude evitar echarme a reír.

-Dios…- Dije frotándome la sien, aquello no me parecía real.

- Yo también.- Dijiste mientras te recolocabas los pantis y el pelo alborotado.- Yo también te quiero.

-Sabes, no me había dado ni cuenta.- Esta vez la que rio fuiste tú, contagiándome.

-Jodido capullo.- Dijiste entre risas y lágrimas.- Eres un completo jodido capullo.

-Pero me quieres ¿eh?

-Claro que sí.- Posaste tu mano sobre mi nuca, atrayéndome hacia ti para darme un dulce beso en los labios. Me encantaba. Me encantaba aquella sensación y sin duda, todo lo que había imaginado o soñado, ni si quiera se parecían a aquello que sentía, en ese preciso instante.

 

domingo, 27 de enero de 2013

నృత్యం.


Apreté el mando de la cadena de música. Una melodía sonaba en la radio, tan conocida que en otro momento me hubiera echado a  reír. Me quité los zapatos y los calcetines, tirándolos despreocupadamente por la alfombra. Miré mi silueta reflejada en el espejo. Suspiré y me solté el pelo de la coleta, que ahora caía salvajemente sobre mi espalda.  La canción termino y una voz dura y áspera anunció la siguiente. Sinceramente, me entraron ganas de echarme a llorar, más de impotencia que de tristeza. Deseaba tanto volver al pasado que daría mi alma al diablo. Pero la realidad era simple y dolorosa. Cerré los ojos con fuerza, reprimiendo las lágrimas que mis ojos se negaban a apartar y bailé. Bailé como no hacía en meses, en un año, para ser exactos. Y fue tan liberador como volver a nacer. Mi cuerpo se movía perfectamente sincronizado con la música, cada movimiento, cada paso, cada vuelta, aquello era más que una danza. La adrenalina recorría mis venas a presión, obligándolas a trabajar más, a llenarse de oxígeno. Yo jadeaba por el esfuerzo, e incluso notaba mis pulmones arder, pero a pesar de lo que uno puede llegar a pensar que duele aquello, a mí me hacía sentir completamente viva. No puedo explicarlo, pero siempre ha sido así. Llevo tanto tiempo muerta que esto no tiene precio. Giré sobre mis talones, alcé mis piernas, creé un arte con mis manos, brazos y piernas, algo bello e irreal. Aquello era como estar entre el cielo y la tierra.  Mi rodilla gritaba, gritaba de dolor por el esfuerzo, acostumbrada  al reposo, la delicadeza. Pero yo me negué a parar. A pesar de que sabía que en un golpe en falso iba a tener que someterme a una maldita operación, y quedarme medio inválida, me dio igual. La canción acabó y con ella mi momento de liberación. Caí al suelo, mi rodilla no me permitía retenerme en pie más tiempo. Ahí, tirada en el frio suelo de mármol de mi habitación reí. Reí mientras lloraba. Mientras todas aquellas veces que tuve que decir que no por aquella maldita parte de mi cuerpo imperfecta salían fuera, como torrentes. La vecina se debió de pensar que estaba loca, pero me puse a cantar a pleno pulmón, hipando por el sollozo, y riendo entrecortadamente.

Y me sentí más viva que en todos mis 15 años.
 

My valentine.

My valentine:

What if it rained?
We didn't care
She said that someday soon
the sun was gonna shine.
And she was right,
this love of mine,
My Valentine
As days and nights,
would pass me by
I tell myself that I was waiting for a sign
Then she appeared,
a love so fine,
My Valentine
And I will love her for life
And I will never let a day go by
without remembering the reasons why
she makes me certainthat I can fly
And so I do,without a care
I know that someday soon
the sun is gonna shine
And she'll be there
This love of mine
My Valentine
What if it rained?
We didn't care.
She said that someday soon
the sun was gonna shine
and she was right
This love of mine,
My Valentine

Paul Mccartney.